sábado, 31 de marzo de 2018

La evolución de nuestra sociedad

No suelo leer libros por mi cuenta que no sean obligatorios para clase, pero hace años tuve la suerte de encontrarme por casa dos ejemplares a los que no tardé en engancharme: 1984 (Orwell) y Un mundo feliz (Huxley). Años después de leerlos, por fin les encuentro una relación con el mundo real a ambos, y tengo mucho que hablar sobre las conclusiones y reflexiones que he extraído de ellos.




















Si en plena época de la Ilustración gritásemos por la calle que la ciencia no conducirá a la felicidad ni al progreso social en el futuro, probablemente nos caerían dos guantazos y se reirían de nosotros. Hoy, trescientos años más tarde, no parece una idea tan descabellada si miramos a nuestro alrededor. El avance tecnológico apuntaba a mejorar nuestro mundo en todos los aspectos, pero realmente no ha hecho más que destruir los recursos del planeta y crear una sociedad infeliz y totalmente vigilada. George Orwell plasmó esta idea en su novela 1984, la cual presenta el mundo más sórdido imaginable pero cuyas similitudes con el nuestro llegan a asustar. En su distopía ficticia, el desarrollo de la tecnología se enfocó hacia el control de la población por parte de las grandes élites, teniendo sistemas de vigilancia audiovisual tanto en la calle como en los dormitorios de las familias. También presenta la "policía del pensamiento", una patrulla que persigue a aquellos que no están a favor del sistema que dirige su vida y les castiga por subversión. Finalmente, incluye en su novela al Ministerio de la Verdad, encargado de reescribir la historia al gusto del poder para envolver así a los ciudadanos en un mundo que los poderosos controlan.


En cuanto a la intención de control global que Orwell veía en el avance tecnológico, basta con nombrar a los smartphones de nuestra sociedad. Los gobiernos y empresas conocen todos nuestros gustos e intereses, pues se los estamos mostrando cada vez que ejecutamos una búsqueda en Google desde nuestro teléfono. Esto hace que sepan con qué información bombardearnos para entretenernos y así dejar de pensar en cosas más importantes que hagan temblar su posición de poder. Cuando en una película los policías le "pinchan" el teléfono al asesino sin que este se entere, están ejecutando el simple proceso de pedirle a su compañía telefónica acceso total a sus datos. Son muchas las especulaciones que hablan sobre un pacto entre estas compañías y los gobiernos para controlar nuestros mensajes y llamadas con la excusa de prevenir atentados e ilegalidades por el estilo. En cuanto a la Policía del pensamiento, hago mención de la Ley Mordaza, el encarcelamiento de raperos, las condenas a escritores de Twitter, las palizas en manifestaciones por los presos políticos y la reciente prohibición del libro Fariña (el cual destapa la red de narcotráfico controlada por el gobierno y las autoridades gallegas durante los años ochenta y noventa).












Ahora voy a pasar al mundo de Huxley. Su distopía es la misma que la orwelliana, pero los métodos para alcanzarla son distintos. El control de las personas que presenta este segundo autor no se basa ni en prohibir ni en censurar, sino en hiperestimular, un bombardeo constante de publicidad y entretenimiento barato que ensordece a la sociedad. El nombre que Huxley le da a esto en su mundo imaginario es "soma". El soma es una droga alucinógena y antidepresiva de efecto instantáneo que toman los habitantes de Un mundo feliz cuando la hiperestimulación no funciona. Les envuelve en una falsa sensación de entretenimiento y felicidad, pero cuando la dejan sienten una sensación de vacío hasta que vuelven a consumirla. El soma de nuestros días podrían ser los realitys y la telebasura, las redes sociales (cuando se está enganchado a ellas) y las apuestas online. Tanta información por segundo hace que nuestro cerebro ignore el mal funcionamiento del mundo para quedarse con las imágenes coloridas, placenteras y banales que el soma nos da.














Personalmente, me parece que la visión de Orwell y Huxley es bastante radical, pero hay que darle tiempo al tiempo. Tal vez no predijeron el momento exacto para la llegada de sus distopías al mundo real, pero si cuanto más pasa el tiempo más se van pareciendo sus libros a nuestras vidas, ¿quién dice que en un futuro no serán completamente iguales? ¿Seremos conscientes de ello si algún día ocurre o estaremos cegados por el soma del futuro?




                                                                                                                             


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